El hambre es un problema social que está acabando con la vida de muchas personas alrededor del mundo. Son millones los que poco a poco están muriendo. Cerca de ti hay alguien que tiene esta necesidad. Incluso tú sientes hambre. Pero no me refiero al cuerpo falto de pan, sino al espíritu falto de alimento.
Desde que mi memoria me lo permite recordar he ido a la iglesia. Con mis padres, con mis tíos, con mis hermanos, y ahora con mi esposo y mis hijos. He estado escuchando hablar de Dios y en muchas ocasiones haber leído de El, desde el 1985. Por mis manos han pasado Biblias de varios tamaños, colores y versiones, incluso hasta en otros idiomas.
La Biblia que tengo actualmente la tengo conmigo desde Agosto del 2002. Ella me sirve de brújula en momentos cuando me siento perdida y también me sirve de consejera cuando así lo necesito. Incluso he predicado de ella en múltiples ocasiones en la iglesia (para la Gloria de Dios). Pero sobre todas las cosas me sirve de alimento para mi espíritu.
La palabra de Dios es la única que tiene la capacidad de saciar nuestra hambre espiritual. Nos llena de amor, sabiduría y entendimiento. Es una puerta que se abre a un conocimiento infinito cuya fuente es Dios.
Pero esto no es algo de lo cual me acabo de enterar, la mayoría de las personas que asisten o asistieron a la iglesia saben esto. Pero sin embargo aun así no hemos sacado el tiempo de conocer a nuestro creador de primera mano. Tiempo para leer Su palabra de principio a fin.
Si yo me pongo a pensar en todo el tiempo que dedico en el día ya sea a programas de televisión, a navegar por internet o jugando juegos de videos, me doy cuenta lo desagradecida que he sido con Dios. El me da todo el tiempo del mundo y yo no he sacado el tiempo para leer la Biblia completa.
Desde Génesis hasta Apocalipsis, así comencé a leerla. La sensación que siento es como la de un hambre insaciable. Mientras la leo siento que me llena de los pies a la cabeza, me regocijo con cada palabra allí escrita y a la misma vez quiero seguir leyendo sin parar.
Todos tenemos un espíritu hambriento y sediento, la diferencia es de donde buscas tu alimento. En el mundo encontraras aflicción, pero tranquilos El ha vencido al mundo.
Ahora mismo mi espíritu tiene un hambre insaciable y le ruego a Dios que siga siendo así. Le pido que me de la sabiduría, el entendimiento y el discernimiento para poder digerir este banquete que El nos ha dado. ¡Y a todos ustedes les deseo lo mismo y buen provecho!
Me encantó la reflexión. Desde los 9 años siento esa necesidad de leer y vivir la Palabra y sin duda es insaciable, porque todos los días nos habla más.
Gracias por compartir esto.
Bendiciones.